domingo, 26 de septiembre de 2010

AMMAR ES UN DERECHO

Por María Eugenia Micheau

Empieza la cuenta regresiva. El cielo de claro se torna oscuro. Ellas se asoman por las ventanas y las puertas de los hoteles de alojamiento. Sus puestos de trabajo están cerca pero sus clientes lejos. Los autos particulares pasan una y otra vez y los taxis se detienen para apreciar la oferta sexual del día.

Polleras cortas, shorts ajustados, botas largas, tacones altos y pechos al aire. Un menú que se torna irresistible para todo tipo de hombres hambrientos de sexo. “La mayoría de las compañeras son de la calle, porque nosotras venimos de la calle y sabemos que se sufre mucho. Y una de las cosas que sufrimos es la represión policial”, dijo Elena Reynaga. Ella es quien desempeña el cargo de Secretaria General y, como tal, dirige la organización AMMAR Capital ubicada en el edificio de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA- Independencia 766). Sabe la hora que llega pero nunca la que se va, sus actividades en la sede empiezan a las 8 de la mañana.


El objetivo que tienen tanto Elena como sus compañeras de campo es reclamar los derechos que tienen por ser trabajadoras sexuales. La organización cuenta con 11 filiales en todo el país. Y según Reynaga, el procedimiento es bastante atípico porque haya o no fondos funcionan de la misma forma.

Su despacho esta situado en el primer piso al fondo. El frío que despide el mármol acapara el edificio. Sin embargo, AMMAR esta iluminado con carteles que fomentan la protección y con gente que, día a día, lucha para que el trabajo sexual sea digno. El trabajo de campo consiste en caminar por los barrios, charlar de educación sexual y observar las necesidades de sus colegas en toda la Ciudad de Buenos Aires.


“Las compañeras pueden llamar, venir, quedarse, trabajar con nosotros porque la organización es su casa”, decía con convicción Elena. Y continuó, “bajar a los barrios es lo que más placer me da, hacer talleres de salud reproductiva, de derechos humanos, de política. Ellas vienen a un bar se sientan y escuchan”.

Mientras las trabajadoras sexuales salen a la calle en busca de clientes, la policía patrulla el barrio. La oficina de asesoría legal de la Policía Federal Argentina esta situada a pocas cuadras del Congreso de la Nación. Eduardo Schwarz es el abogado que se desempeña en dicha área. Sus declaraciones surgen a raíz del testimonio- denuncia que Elena Reynaga atribuyó.

“Mi trabajo es escuchar, es poner el hombro. El lunes fui a Flores con mi compañera Claudia Rizuela, la idea era ir a dictar un taller de salud y todo se desvió. Gran parte de las trabajadoras son dominicanas y tienen problemas con la documentación, además que la policía las corre. Es discriminatoria la policía, no es por la falta de documentos”. En la CTA, según nos explico Elena, hay una oficina llamada “Inmigración e identidad” que se encarga de iniciar los trámites para los documentos. La organización de AMMAR parece estar pensada de forma estratégica a la hora de tener que resolver los problemas del gremio.

“Nosotros consideramos que es una contravención. Hay una ley de la Ciudad de Buenos Aires que determina que la oferta de sexo en la calle, cerca de determinados lugares como las escuelas o iglesias, esta prohibido”, dijo Eduardo. Cuando la policía se acerca, ellas se van, explicó. “No las corren porque no buscan cazarlas. No tiene sentido, además, porque no van presas”.

En el Hospital Álvarez las trabajadoras se hacen los controles. Elena aseguró que desde AMMAR van una vez por mes para constatar la cantidad de mujeres que están siendo asistidas. También se hace un seguimiento con la doctora que las atiende para tener un control estadístico de cuántas mujeres quedan embarazadas. Y en base a eso, la organización refuerza los talleres de salud sexual y reproductiva, por ejemplo.



“Nosotras nacimos en la esquina de un bar del barrio porteño de Constitución pero a los 3 meses que empezamos a organizarnos vinimos a la CTA y hace ya 15 años que estamos acá”, dijo Elena. Una historia extensa, si se mide en cantidad de años, es la lucha que las trabajadoras sexuales llevaron a cabo.

Las vemos por la calle y en determinados barrios hay más o menos cantidad. Algunas salen cuando el cielo oscuro las protege, otras se inspiran con la luz del sol. Ellas son las trabajadoras que pelean con uñas y dientes ser respetadas como mujeres laburantes. Pero con derechos, el derecho de no ser maltratadas ya sea física o verbalmente, a no ser explotadas por aquellos que acaparan sus negocios. Y por los derechos que tiene cualquier persona por el simple hecho de ser un individuo libre que vive en una sociedad democrática.

“Nosotras no tenemos que olvidarnos de donde venimos. Por eso, en Noviembre planeamos presentar una ley al Congreso para la regulación del trabajo sexual y el reconocimiento del trabajo en el territorio nacional”, anunció Reynaga. La elaboración de dicha ley le insume mucho trabajo porque no solo es confeccionarla sino también difundirla. Dan charlas alusivas en la Universidad de Buenos Aires a la carrera trabajo social, ecología y en la Facultad de Derecho.

Desde hace años la organización AMMAR trabaja en la derogación de determinados artículos de leyes que criminalizan el trabajo sexual, generalmente en códigos contravencionales provinciales. Los principales pilares de la lucha, que como organización encauzaron, fueron la derogación de los edictos policiales en el año 1998. En el 2004 lograron la derogación de 3 artículos en la provincia de Entre Ríos y hace 2 meses sumaron Santa Fe.

La promulgación de la ley tiene como objetivo que el trabajo sexual abandone la clandestinidad. Actualmente no esta permitido pero tampoco esta prohibido y eso es lo que Elena Reynaga quiere lograr. “Mientras tanto la policía se sigue aprovechando de las compañeras, les cobran a las que trabajan en departamentos $500 por semana. Por eso es importante tener la ley, para sacarnos a la policía de la vida de nosotros”.

Sin embargo, Eduardo de la asesoría legal de la Policía Federal Argentina nos explicó que hay tres departamentos, que dependen de ellos, encargados de brindarles seguridad a las mujeres esclavas del delito sexual. Uno de ellos es la División Centro de Atención a víctimas de violencia sexual, otro División de delitos contra menores y el último la División Trata de personas.

“Hay una cultura contra la autoridad y sin ella no se puede vivir hay una crisis en la madurez y quienes se prostituyen quieren hacer lo que quieren”, refutó Eduardo. “Nos juzgan a nosotras que cometemos un delito y no se hace nada contra estos policías corruptos”, aclaró Reynaga.


Algunas se atreven a denunciar a la policía, otras no. Tienen miedo, miedo a la autoridad. Elena Reynaga aseguró que hace 15 años que denuncia el accionar de la federal pero no hubo cambios y tampoco investigaciones. “De hecho en el año 2004 asesinaron a una compañera por haber denunciado lo que denunciamos”, recordó Elena.

Reynaga esta convencida que la sociedad tiene que involucrarse con la actividad social, participar de las marchas y no mirar al costado. “También es una cuestión de clase porque parecería que los problemas de pobres a las clases medias altas y altas no les interesa”, declaró Elena. Y continuó, “a muchos les conviene que la clase obrera este enemistada con la clase media y ni hablar con la alta”.

Julia Coria, socióloga, afirmó que la competencia entre la clase popular y la alta siempre existió. Y uno de los ejemplos que nos citó para entender el fenómeno esta basado en la educación y en la distinción que existe en cuanto al consumo simbólico y cultural. Por ende se podrá afirmar que hay una rivalidad que exisistió siempre.

Mujeres prostitutas, mujeres pagas, chicas de book, chicas caras. Infinitas son las denominaciones que las trabajadoras sexuales reciben. Sin embargo, no sucede lo mismo con sus derechos. Son juzgadas por su actividad laboral y reiteradas veces agredidas. El siglo XXI parece no haber logrado la libertad que todo hombre debe tener más allá de su sexo.


Para ver a las trabajadoras sexuales en acción hace click aqui:




Foto personal de Elena Reynaga, gentileza del sitio BBC Mundo.

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