lunes, 19 de octubre de 2009

Si la moda no va a la calle, la gente va hacia ella


En el ámbito de la moda, un enfoque fuera de lo común
Algunos están escondidos y otros no tanto. No todos conocen su existencia y cuando la descubren, la adoptan. Son negocios que mejoraron la atención hacia el cliente. No se olvidan que son vendedores pero sí descuidan la desprolija atención que existe por parte de los locales a la calle. Aquí van los principales rasgos de un negocio que crece puntada a puntada.

“Ojos que no ven, corazón que no siente” es una frase que aparece cuando la traición está latente. Según la Real Academia Española el engaño es una falta que se comete cuando se quiebra la fidelidad o lealtad. Pero, además, este concepto puede relacionarse con lo que no es visible. Y aquí está la clave para descifrar otra vuelta de tuerca que la moda supo instalar en su mercado. La jerga profesional los reconoce como showrooms y los clientes como un lugar fuera de la vista del público.
Según sus dueños y/o empleados pueden ser móviles, fijos, permanentes o esporádicos. Los showrooms nacieron para entregarse por completo al público y para amoldarse a sus creadores. Desde un diseñador de moda hasta un simple vendedor puede estar a cargo de este emprenddimiento. Algunos son simples trabajadores con una hábil técnica para vender y otros, como Fabiana Goldberg, tienen su sentido visual desarrollado al 100 por ciento para crear conjuntos. Goldberg confiesa que su labor, en gran parte, es observar.


Técnicas para vender
Esta modalidad existe en los ámbitos de la construcción, los muebles, las propiedades y la moda. Ella, le saca provecho al máximo con novedosas tácticas. Una de las principales es la publicidad y el famoso “boca en boca”. La primera exige tener determinado poder adquisitivo para poder invertir en anuncios de revistas impresas o virtuales, diseño y distribución de volantes o montar páginas web, blogs o figurar en las redes sociales.
Otra estrategia es el cometario que depende de la atención que el local de indumentaria les brinde a sus compradores y de una imagen que es la sombra de quien lleva el timón del local. Aquí, además de ofrecer un refresco, es necesaria la buena atención. Estar atento al estilo del cliente y a aquello que le sienta bien, es parte del negocio. El simple hecho de vender pasa a ser historia y deviene en un deseo de querer que las personas, que lucen esas prendas, se sientan cómodas y con un buen look acorde a su estilo.
La estructura
Para darle vida a este negocio se necesita de un equipo o de una persona. Aquí no hay un término medio. O quienes encabezan el emprendimiento deciden encararlo solos, o bien arman un pequeño grupo de trabajo. Una de las combinaciones conocidas en nuestro país es la mujer que además de su trabajo se dedica a vender ropa de otros países, tal como lo hace Marcela Zizza. Ella utiliza marcas del exterior para enriquecer su negocio. Se trata de ropa funcional para poder combinarla facilmente. Zizza comenzó por su círculo más íntimo (amigos y familiares) pero con el tiempo el negocio se va expandiendo sumando cículos de otras personas.
Otro de los negocios es, el ya nombrado, showroom. Consta de un pequeño departamento, de no más de tres ambientes, que además de sillones posee estantes y repisas. Una característica clave es la ubicación, por ejemplo el de Goldberg esta instalado en pleno barrio de Palermo. Allí se aloja la ropa que está en venta, y algunos aprovechan para mechar accesorios como lo son los collares, bolsos o anteojos. Lo más llamativo de la cuestión, es la fusión que se da entre las diferentes marcas que invaden los percheros del local. En este último emprendimiento, la intervención de socios y proveedores es notable. Sandra Bucchi es una de las proveedoras de Fabiana (ver recuadro).
Otros accesorios de negocios
La atención al clientes es otra de las clave. Muchas mujeres, a partir de los 30 años, son profesionales y madres. Las obligaciones pasan a estar en primer plano y los placeres y necesidades, como lo es comprar ropa, son dejados de lado. Por eso, el hecho de que alguien, con habilidad, busque lo que le queda bien a la clienta con el talle justo, atrae. Generalmente la forma de vender, de quienes tienen el liderazgo bajo la manga, es imperceptible. A tal punto que las mujeres siempre se llevan algo, aunque su objetivo no fuera comprar.
Las formas de pago son más accesibles. Un matiz que en la actualidad no es poca cosa. "Para cobrar, en este caso, la confianza es primordial" dice Fabiana en el audio. Existen planillas que recuerdan lo que cada clienta debe pagar cada mes a través de una cuota en efectivo. Hay descuentos sobre los precios y algunos -showrooms- cuentan con tarjetas de crédito o débito como un servicio adicional para las clientas.
Un poco de contexto
Las mujeres entrevistadas coincidieron que esta práctica surgió por el año 1999 o, entrados los 2000. Si nos situamos en el contexto político y económico, muchas familias y personas sufrieron un gran cambio en su estilo de vida que se definió en el 2001 con la debacle que se desató con el corralito y la huída del presidente Fernando De la Rua. Las facilidades de pago y estos emprendimientos en lugares, que generalmente, no cuentan con expensas y alquiler, son características que llevan a deducir que la improvisación consiguió el éxito.
Distintas tramas de tela logran confabular un negocio que conjuga comodidad, calidad y estilo. Muchas mujeres, al igual que algunos hombres, buscan a la hora de vestirse consagrar su propia forma de vestir y los showrooms o los negocios de continuidad, lo logran. Un servicio que capta la atención de las mujeres, que a su vez son la costura principal para que la clave siga siendo consumir.




Las fotos son gentileza de Fabiana Goldberg e Inmaculada Ruiz Santana

No hay comentarios:

Publicar un comentario